13 mayo 2006

LEGISLAR ... O NO SER

Pues ya tenemos muy cercano el debate en la Cámara del proyecto de Ley que ayer presentó, como informe de anteproyecto en el consejo de ministros, la titular de Cultura, Carmen Calvo.

Venga, a golpe de ley, hay que desasnar al país. Mientras tanto, se desarma la televisión como servicio público, dejando al paisanaje embobado, entre el fútbol y granhermano, en la salita familiar ante la máquina infernal (llamarla caja tonta, es una delicadeza de ursulina). Parecen dos acciones de gobierno (esta futura ley de la lectura y la privatización o minoración de la televisión pública) un tanto desconectadas, algo contrapuestas, una muy pragmática y la otra, la ley, un tanto angelical. Veamos porqué me lo parece.
Comencemos por las razones aducidas con relación a la consolidación del precio fijo. Debo aclarar que un servidor es decididamente partidario del precio fijo en el libro por muchas razones que un día abordaremos; pero en ningún caso me parece que su estricta aplicación tenga, por sí misma, los taumatúrgicos efectos que algunos optimistas le conceden.
Por ejemplo, Miguel Ángel Trenas dice en La Vanguardia de hoy: El anteproyecto consolida el precio fijo de los libros, dando respuesta “a una política decidida de excepcionalidad cultural para garantizar una oferta plural, en torno a los 40.000 títulos publicados al año, que, como patrimonio cultural, no verían la luz al albur, exclusivamente, de las leyes del mercado” (el entrecomillado pertenece a la nota de prensa del propio Ministerio). Pues nada, a legislar contra las leyes del mercado. Es como legislar contra E.ON , en el terreno de las OPA. De aquí a negar la ley de la gravedad hay un trecho corto. ¿Quién puede creer que una ley como ésta va a ayudar a la industria editorial (y a su reconocida proliferación productiva) a proteger el, al menos dudoso, patrimonio cultural que representan esos 40.000 títulos anuales? A ver, Italia tiene un gravísimo problema con su, sin duda rico, acervo cultural arquitectónico, escultórico, musical y pictórico; se deteriora constantemente y reconoce manifiestamente su impotencia e incapacidad para su mantenimiento, pidiendo ayuda internacional, de países e instituciones. ¿No se les ha ocurrido, como a nosotros, protegerlo por ley? ¡Somos lo más grande!
Hay algunos otros aspectos, tanto o más pintorescos, además de éste. En próximas fechas, hablaremos sobre ellos.

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