22 mayo 2006

Señoras/señores lectoras/lectores:

Artículo impagable, de Ferran Toutain, en El País. Las cosas innecesarias, si además nos resultan cargantes y ridículas, llegan a ser insoportables.

La incorrección de la corrección

Sabido es que de un tiempo a esta parte no hay documento administrativo, carta comercial, nota escolar o arenga de masas que no encabece sus pretensiones especificando los dos posibles sexos de sus destinatarios. La cosa empezó hace ya bastantes años. Aún recuerdo cómo me reí en una reunión universitaria, a principios de la década de 1990, cuando tuve la oportunidad de escuchar a un profesor que, queriendo referirse a los correctores de estilo, soltó con toda seriedad y sin apenas sonrojarse el siguiente prodigio verbal: "Los/las mediadores/mediadoras lingüísticos/lingüísticas". Y si la memoria no me falla, para recrear más a la audiencia, el joven docente coronó su hazaña haciendo con los dedos de ambas manos esa especie de gesto simiesco con el que se quiere indicar que uno pone entre comillas lo que acaba de decir. O sea, que ni siquiera él daba crédito a sus palabras.

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