10 mayo 2006

RETOS DEL SECTOR

Mi amigo Txetxu Barandiarán, en su excelente blog CON VALOR, promueve una a modo de encuesta invitando a sus lectores a explicar su punto de vista sobre los RETOS de este decaído y decadente sector editorial español.
Mis respuestas, ya enviadas, son éstas:

RETOS DEL SECTOR EDITORIAL


1. EDITORES: Dejar el metier en manos de profesionales que, al tiempo, sean personas cultas. No puede aceptarse una gestión de las empresas editoriales exclusivamente basada en criterios resultadistas. El progresivo deterioro de profesiones de imprescindible contribución a la calidad del producto (correctores, ilustradores, maquetistas, lectores, etc.), depauperados por las externalizaciones, la discontinuidad en los encargos, la precarización de sus emolumentos, etc. han propiciado un descenso en la calidad del producto final en aras de lograr un mejor resultado económico “como sea”.
2. PREMIOS: Sin dejar de pretender los efectos mediáticos inherentes a esta pasión social que vivimos, proclive a votar todo lo que se mueve(Eurovisión, Gran Hermano, l’Estatut, etc.), tal vez podrían confiar más en sus jurados, permitiendo que ganase el mejor y que el público reconociese a éste por su creación, con independencia de su imagen pública, e incluso literaria, anterior.
3. ADMINISTRACIONES: El intervencionismo de las instituciones políticas y administrativas en el sector editorial, y en las industrias culturales in genere) no es nunca inocente. Se ha establecido entre nosotros una habitualidad pesebrista, un sometimiento incondicional al ogro filantrópico (Octavio Paz), un seguidismo menesteroso, en definitiva: una dimisión vergonzante. Se ha aceptado la limosna periódica y ya no se reivindica con la debida fuerza una legislación adecuada (genuina potestad de nuestros representantes para favorecer o perjudicar una actividad cualquiera). Se acepta el esclavismo mantenido a cambio de no reclamar su abolición.
Y, por supuesto, que se abstenga de practicar el intrusismo, editando “a tontas y a locas” cualquier cosa, con cualquier motivo. (Algún ayuntamiento o Diputación gasta/dilapida partidas presupuestarias exageradas para producir verdaderos panfletos que no interesan a nadie).
4. CRÍTICA: En sí misma, generalizando, se ha convertido en un negocio en sí mismo. Es incomprensible que los principales periódicos dediquen tantas páginas y suplementos a la crítica literaria; se trata de un fenómeno que sólo es comparable, en su volumen, a la información bolsista. El índice de lectura de tal exhuberancia de contenidos es perfectamente descriptible; su lenguaje artificiosamente críptico, si no/además de pedante; los intereses demostrados en favorecer determinados sellos (especialmente si son los del propio medio; y todos tienen alguno) es vergonzante; la crítica, como profesión única que permita vivir de ella, es un fenómeno de enriquecimiento digno de inspección fiscal temática;...
5. TELEVISIÓN: Generalmente se producen programas de un patetismo deprimente, endogámico club de engreídos connaisseurs predicando la verdad verdadera, la más disuasoria imagen del atractivo que pueda tener la literatura, basada en un elitismo y una impúdica exhibición de habilidades lectoras que recuerdan algunos números circenses como el funambulismo. Si se considera un negocio privado, y ya lo es casi siempre, la televisión tiene que buscar la audiencia y nada más; si, como parece, alguna televisión es pública, debe ejercer una función de servicio a quien paga el gasto (ese público); pero con asistencias útiles y no con dirigismos políticos (y por tanto morales también) en temas como la religión, la cultura o la militancia política.
6. LIBREROS: Este negocio, como el de editor, es para profesionales. No puede acometerse la aventura de librero como el entretenimiento de la amante, el empleo para el menos dotado y trabajador de la familia. Profesionales, pues, que se tienen que batir el cuero en un mercado abierto y competitivo, del mismo modo que el estanquero o el restaurador de la tienda de al lado: pelear con los proveedores, definir las líneas estratégicas de su negocio, conocer la potencial clientela según las características y ubicación de su establecimiento, arriesgar en una cierta apuesta de especialización de su oferta (como el restaurador vecino ha decidido dar menú de 9 €, en lugar de ofrecer en carta tres diferentes tipos de caviar), agremiarse en forma muy estricta entre iguales: no dejar que sus instrumentos de defensa colegial caigan en manos de los grandes y sus connivencias con los editores y la administración.
7. INTERNET: Aceptar que la informática no es meramente un instrumento más para simplificar procesos administrativos y logísticos. También permite asomarse a la red para establecer políticas comerciales, de distribución, de captación de contenidos y autores, de debate sectorial , etc. Para cuando la clausura de esas vergonzosamente anquilosadas páginas corporativas (web oficial) de tantas editoriales, que se han quedado tal que estatuas salinas, y su substitución por la herramienta de hoy (y tal vez por no mucho tiempo, pero de hoy mismo) que es el weblog.
8. LECTORES: Aunque el objeto de esta interesante encuesta se refiere a los retos de los agentes implicados activamente en el sector editorial, creo que no sobra una alusión al público lector. Una de mis grandes pasiones la constituye la gastronomía. Pues bien, soy de la opinión que, cuando en una zona, ciudad o población media se produce la excelencia de establecimientos restauradores con profusión inusitada, ésta no puede explicarse únicamente por la bondad de la materia prima que aquella tierra proporciona, ni a la casual conjunción astral que hizo nacer o fincar allí tales cocineros. Siempre he podido verificar que, además y por verdadera suerte, hay un público particularmente exigente que no traga con lo primero que le dicen o le echan al plato. La analogía con los lectores, a fuer de larga, dispensa la argumentación. Escritores, editores y libreros deberían gozar, para acercarse a la excelencia, de un público exigente y, en consecuencia, corresponderle.
9. BIBLIOTECAS: Me cansa este discurso recurrente de pedir a las administraciones (otra vez el ogro filantrópico) una mejora en su política de dotación a las bibliotecas públicas, en forma genérica e indiscriminada. Creo que eso está muy bien para acompañar el currículum de aprendizaje, en todos los niveles docentes, a base de buenas y dotadas bibliotecas de centro. También me parece subsidiariamente necesario que las administraciones públicas acerquen la lectura a colectivos incapacitados o con limitaciones para ejercer de lectores; prisiones, hospitales, asilos o geriátricos como ahora decimos, hogares del jubilado, centros parroquiales, salas de descanso en fábricas y talleres, hoteles, incluso en transportes públicos (hay una peculiar experiencia en el metro de México DF). Pero ciertas políticas, stricto sensu, de creación de macrobibliotecas públicas, generalistas, que tienen de todo y todo, empezando por los “desechos de tienta” intrusistamente editados por los poderes que las levantan, siguiendo por grandes lotes de saldo comprados a precio ganga con probable omisión de liquidación de derechos a sus autores (negociada o no), y terminando por las compras con condiciones especiales otorgadas por el editor (¡Ay, el precio fijo!) a cambio de “otra” subvención para una nueva colección (bucle operativo de la correlación editor/administrador público) y vuelta a empezar. Desde un punto de vista material: meta usted un ejemplar de mi novela en una biblioteca que visitan 10000 lectores al año y perderá un potencial de venta de 300 ejemplares. Con otra perspectiva, queremos subvencionar también a los lectores con “comederos públicos de cultura”, transformando un hábito cultural de mayor rango como es el lector que “va de librerías”, hojea directamente los libros de las estanterías, consulta a “su” librero prescriptor, decide un presupuesto doméstico para libros, compra el libro (su posesión y su propiedad), lo lleva a casa, lo lee, lo recomienda a otros familiares que lo leen, y a otros amigos que lo compran y lo leen, et ita porro. ¿No es más sugestivo?

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