31 mayo 2006

La verdadera lista de Sant Jordi

Xavi Ayén nos proporciona hoy, a la sección de Cultura de La Vanguardia, una radiografía de los resultados comerciales del Día del Libro, 23 de abril pasado. Comienza poniendo en guardia al lector ante las encuestas poco rigurosas del Gremi de Llibreters y frente a posturas autocomprensivas de ciertos editores que se creen favorecidos por el juego de bobos del autoengaño:
"La lista de los libros más vendidos de Sant Jordi - de la que todos los medios de comunicación se hacen eco al día siguiente, y que sirve como referencia para establecer los éxitos y fracasos de la jornada- se realizó, este año, a partir de una encuesta a doce librerías, entre las que no se encontraban las que más venden en Catalunya."

Termina su artículo con una aseveración preocupante:
"A diferencia de lo que sucede con las entradas de cine, en España no existe un sistema fiable para conocer exactamente los ejemplares que se venden de cada libro, entre otras cosas por la falta de interés de los editores al respecto."


Pero, ¿es verosímil que los editores carezcan de interés en conocer exactamente los ejemplares vendidos de los libros que ponen en el mercado?
Cuesta trabajo imaginárselo, pero algo de cierto debe haber en la información vista la reacción, sirva de mero ejemplo, de autosatisfacción (cofoïsme)producida en el cuarto de banderas de una conocida editorial catalana en la que su director general blandió el listado de libros más vendidos, que el Gremi había circulado, como un éxito rotundo. En la lista que hoy publica La Vanguardia se produce, precisamente, la caída de tal éxito, mira por dónde.
Esta mañana, en el programa de Josep Cuní, en TV3, una mesa compuesta por personajes tan diversos como el notario López Burniol, la flamante directora del Liceo y ex-consejera delegada de Edicions 62 y el escritor Josep Maria Terricabras, se glosó esta noticia y se abundó en el oscurantismo de muchos editores a la hora de ofrecer datos de ventas de ejemplares a sus propios autores. ¿No quieren que se sepa o no quieren saberlo? Acaso sean ambas cosas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, llego a este blog vía Opinión con Valor --esto es, de la mano de Txetxu Barandiaran. Pues a mí, como editora, me irritó el comentario de Xavi Ayén, soltado así, al final del artículo, y con tanta certeza. He tratado de ponerme en contacto telefónico con él, y no lo he logrado. Pues no, no es verdad que los editores no querramos saber cuántos ejemplares de nuestros libros pasan realmente por caja en las librerías. Es una información vital para nosotros. Lo que obtenemos de nuestros distribuidores son unas cifras engañosas, en tanto se refieren a ejemplares colocados y pagados por el librero, no por el lector final. Esos ejemplares pueden llegar en forma de devoluciones en cualquier momento... y después de haber hecho las liquidaciones de derechos de autor. Pero sobre todo necesitamos esa información vital para planificar las reediciones: muchas reediciones se hacen porque hay una edición "colocada" en librerías, los libreros piden más, no sabemos cuántos ejemplares se han vendido realmente, damos la orden de reimpresión... y tres meses más tarde tenemos todos los ejemplares en el almacén. Saber, como es posible en otros países, lo que pasa por la caja del librero sería una manera de racionalizar nuestra actividad y de no hacer inversiones que quitan rédito a un título o a varios del catálogo. Notarios, directores de teatros líricos y escritores no son una opinión autorizada. ¿Por qué mi amigo Josep Cuní no invitó a ningún editor para esa discusión?
Hay quienes no quieren ningún cambio, y quienes no quieren cambios siempre son los que detentan el poder. La frase de Jesús Badenes: "los libros son lo que son" dan una pista de por dónde pasa el inmovilismo del sector.

Anónimo dijo...

Hola, soy Xavi Ayén. La mayoría de editores (los grandes y bastantes medianos e incluso algunos pequeños) no quieren transparencia en las cifras de ventas, porque la verdad sería absolutamente demoledora, desde "estrellas" que no pasan de los 2.000 ejemplares a fracasos absolutos que ahora pueden maquillar algo. Por no hablar de la diferencia entre las ventas reales y las declaradas a Hacienda. Siempre hay nobles excepciones, como tú, que afortunadamente cada día son más. Pero si libreros y editores quisieran que se supiera la verdad, ya se habría establecido un sistema como el de las salas de cine, técnicamente muy sencillo: un ordenador central al que se conectan todas las librerías y da las cifras de ventas en directo. Me puedes localizar siempre (por la tarde) en mi diario, La Vanguardia.